En la teoría psicoanalítica clásica hay dos secuencias de
desarrollo que se superponen en algún punto. La primera se refiere a la
estructura de la personalidad y a sus componentes fundamentales; la segunda, a
las etapas durante las cuales el desarrollo de la personalidad se ve influido de
diversas maneras. Según Freud, desde el nacimiento el niño está dominado por el
ID (ello), el componente primitivo y
egoísta de la personalidad. Es decir, representa el” animal” que nos habita y
genera impulsos de origen biológico “deseos instintivos” que es preciso
enfrentar de una o otra manera. Los impulsos tienen que ver con cosas como
obtener comida y agua y satisfacer otra necesidad de la supervivencia, lo mismo
que con el sexo y la agresión (en la teoría freudiana estos dos últimos son
esenciales en torno a ellos se estructura de manera dinámica la personalidad).
El ID se rige por el principio del
placer busca la satisfacción inmediata y evita el dolor. Forma parte de una
mente inconsciente más grande que, de acuerdo con Freud, rige la mayor parte de
la conducta sin que nos percatemos de ello. Por ejemplo, cuando empezamos a
caminar (incluso antes) estamos acumulando temores, culpas y conflictos
inconscientes que habremos de encarar a lo largo de la vida.
A medida que avanza el desarrollo, el ego (yo) evoluciona en forma gradual a partir del ID, y con el tiempo
se convierte en un componente individual de la personalidad. Es como el “agente
ejecutivo” de los impulsos del ID. Es la mente consiente y se compone de lo que
sabemos y pensarnos en un momento dado; y nos sirve para conciliar los impulsos
del ID con la realidad externa. Por ejemplo, si el ID envía un impulso sexual,
el ego lo enfrentara de alguna manera, ya sea satisfaciéndolo o desviándolo mediante
los mecanismos de defensa. Por tanto, el ego se rige por el principio de
realidad y constantemente debo conciliar los impulsos y otras fuerzas inconscientes
con las exigencias y restricciones de la sociedad.
El superego (superyó)
empieza a evolucionar a partir del ego durante el periodo escolar. Consta de lo
que llámanos conciencia, además de lo que Freud denomina ego ideal: las imágenes
y las creencias de lo que deberíamos ser como personas. Podemos decir que se
rige por el principio de moralidad interactúa de manera dinámica con el ID y el
ego; por ejemplo, si el ID produce un impulso sexual y el ego encuentra la
manera de satisfacerlo, el superego intervendrá en caso de que desapruebe lo
que el ego se propone hacer. ¿Cómo podría intervenir el superego? Podría amenazar
y quizás liberar grandes dosis de vergüenza y culpa.
En lo que respecta a la personalidad como un todo, los tres
componentes de Freud pueden desarrollarse con diferente fuerza: una persona con
un id “fuerte” y un supuesto “débil” tendrá poco control ético y moral sobre su
conducta. Una persona con un superego “muy desarrollado” se sentirá abrumada
por sentimientos de culpa y será muy segura.
Desde un punto de vista distinto, el desarrollo evoluciona a
través de las etapas psicosexuales. Aquí, con todo interés se concentra en las zonas erógenas que cambian en los
primeros años de vida. Una zona erógena es una parte del cuerpo que procura
intensa gratificación cuando se la estimula. En la primera etapa, que
corresponde a gran parte de la infancia ¨, esa área se concentra en los labios
y la boca; de ahí que Freud la haya llamado etapa
oral. La siguiente es la etapa anal,
en la cual la zona erógena se desplaza a la región que rodea al ano y duran te
la cual suele efectuarse el entrenamiento en el control de esfínteres. Viene después
de la etapa fálica, en que la zona erógena
se desplaza a los genitales y permanecen allí por el resto de la vida. Después de
esta etapa, de acuerdo con Freud, habría un periodo
de latencia en la niñez media, en el cual las pulsaciones sexuales se
desactivan, y, por último, aparece la verdadera etapa genital, que comienza con la pubertad cuando los impulsos
sexuales predominan una vez más.
Freud tuvo mucho menos que decir respeto de las dos últimas
etapas, la mayor parte de su vida la dedico a las tres primeras. La observación
informal de las conductas del niño durante las etapas oral, anal y fálica parecen
corresponder a lo que destaco, los lactantes interactúan fundamentalmente “llevándose
los objetos a la boca”, cuando empieza a
caminar, al niño le preocupan las funciones eliminatorias; y el
preescolar posee al menos una sexualidad primitiva que le permite sentir la excitación
sexual, Freud fue el primer teórico en llamar la atención sobre estos aspectos del
comportamiento, aunque sus explicaciones se parecen muy poco a las que se
aceptan hoy en día.
Freud sostuvo que, durante las etapas psicosexuales, pueden
presentarse fijaciones capaces de
influir en la personalidad por el resto de la vida. Se trata de “detenciones”
que hacen que el adulto siga buscando gratificación en formas que solo son
apropiadas para niños. Por ejemplo, si a un niño se le da demasiada o muy poca alimentación
durante la infancia, podrá convertirse en un adulto que mastica chicle, fuma,
bebe o habla en exceso. No obstante, aunque nadie niega que las experiencias
tempranas afectan en forma profunda la personalidad posterior, las investigaciones
realizadas muchos años después de que Freud formulara su teoría han ofrecido
poco sustento, si acaso, a la influencia de las fijaciones cotidianas algunos términos.
ORAL: del nacimiento al año o al año y medio. El niño obtiene
placer y gratificación sobre todo de la estimulación de la boca y de los labios
ANAL: de uno a tres años. El niño tiene placer y gratificación principalmente
de las funciones de eliminación
Ejemplo de fijaciones: anal-retentiva. La personalidad del
individuo se caracteriza por la tacañería y la obstinación, asi como por el “estreñimiento
emocional” y por la dificultad para expresar sus sentimientos, anal-expulsiva,
en la cual el individuo sufre “diarrea emocional” y no puede contener sus
pensamientos ni sus sentimientos.
FALICA: de los tres a los cinco años o seis años. La zona erógena
se desplaza a los genitales y adquieren carácter sexual.
PRINCIPAL PROBLEMA A RESOLVER: Complejo de Edipo o de Electra
LATENCIA: de los cinco o los seis años a los 12 años. Los impulsos
sexuales permanecen latentes.
GENITAL: a los 12 años en adelante. El predominio de los
impulsos sexuales retorna con la adolescencia y la pubertad.
La dinámica freudiana del desarrollo psicosexual ha
despertado acaloradas polémicas, pero vale la pena explorarla porque resalta
algunos de los problemas que el plantea el estudio de casos. Basándose en los
informes de sus pacientes y en su propia niñez, Freud sostuvo que todos los
niños experimentan lo que denomino complejo
de Edipo, por el legendario rey de Tebas que mato a su padre, Layo, y sin
saberlo se casó con su madre Yocasta. Según Freud, durante la etapa fálica el
niño siente deseos sexuales por su madre, pero teme que su padre lo castre como
castigo (ansiedad de castración), sin embargo, con el tiempo se identifica con
su padre y procura parecerse lo más posible a él, sobre todo en lo referente a
los principios morales. Está convencido de que su padre no lo castrara se le
asemeja. Y así, a raíz del complejo de Edipo, se forma el superego del niño.
Las mujeres, lo propuso Freud, experimentan el complejo de
Electra, en la etapa fálica. La designación también proviene de la mitología griega:
Electra planeo matar a su madre, Clitemnestra, por haber asesinado a su padre, Agamenón.
En este complejo, la niña siente deseos sexuales por su padre lo mismo que
envidia del pene, que la impulsan a sentir deseos por el miembro de su padre. Con
el tiempo resuelve el conflicto de manera simbólica ya sea identificándose con
la madre o bien por la esperanza de tener un hijo varón. Sin embargo, de
acuerdo con Freud la envidia del pene no genera tanta fuerza motivacional como
la ansiedad de castración; así que las niñas adquieren con menos firmeza los
principios morales y la ética personal. De hecho, las mujeres terminan teniendo
un superego más débil.
Como se habrá de imaginar, las investigaciones posteriores
no confirmaron la hipótesis de los conflictos de Edipo y de Electra en los
preescolares.
A pesar de su subjetividad e hincapié en la sexualidad, la teoría
psicoanalítica revoluciono la forma en que concebimos la personalidad y la motivación,
preparando así el terreno para otras teorías más objetivas y precisas. Las aportaciones
perdurables de Freud incluyen la idea de la mente inconsciente, la cual conserva
su vigencia, aunque hoy no reciba tanta atención. No siempre sabemos porque hacemos
las cosas y por lo menos parte de lo que hacemos es resultado de necesidades y
deseos como los que Freud le atribuyo al id. Así mismo propuso la hipótesis de
mecanismos de defensa del ego como la negación (no querer enfrentar la realidad)
y la racionalidad (alejarse de lo que deseamos cuando no podemos obtenerlos),
las cuales todavía son formas aceptables en el que el ego supera la frustración
y otros aspectos desagradables de la vida cotidiana.
En conclusión, en la teoría freudiana constituye un ejemplo
excelente de la necesidad de ser electicos al estudiar las teorías del
desarrollo y de la conducta en general; tomemos pues lo bueno y lo que funciona
y no desechemos en su totalidad una teoría tan solo porque una parte no se
sostiene. En cuanto a la opinión de que nuestros motivos básicos son por
completo egoístas y “malos”.
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